domingo, 6 de febrero de 2011

La muerte de Don Alfonso su novenario una tradición muy costosa

Por Darío Mañón
En el Naranjo una localidad cercana a Las Matas de Farfán fue despedido uno de sus munícipes que dejan huellas, de esos que pasan a forman parte de la historia de los hombres que allí crecen y envejecen, abuelos que les corresponde colocarlo como ejemplo de uno de los ciudadanos que predicaban con el ejemplo, pero además de los que dejan rastros de pasión, por tener el encanto del hechizo a cual campechana pudo tocar con la flecha de cupido.
La muerte de don Alfonso Encarnación, nos llevó a participar de una tradición criolla que debe pensarse seriamente ir abandonando, pues los trajines y costos que envuelve, ya no permite a una familia nuestra involucrarse, en los llamados nueve días de un difunto.
Encarnación de quien se dice fue un hombre que murió varias veces, su muerte ocurrida el pasado día 29 de Diciembre del pasado año, no sin antes hace mas de 6 años entregárselo los médicos a sus familiares porque la medicina moderna no daba más, me cuentan que en aquella oportunidad se lesionó con una trombosis que un ser humano de 80 años tiene toda posibilidad de muerte inminentemente, es ahí cuando después de succionar casi todos los recursos de la familia, los médicos deciden enviarlo en una ambulancia con destino a su vivienda para que muera entorno a sus cosas naturales, de repente se recupera y tiene que ver varias repeticiones de la lesión para morir tranquilo en la tierra que llenó de árboles frutales y frente a la típica vivienda donde conformó todo una familia, falleció erguido como lo vociferaba y en la paz de Dios.

El día 9 de su novena, un acontecimiento, la familia encarnación estuvo planificando los detalles, todos se embarcaron en la tarea, una vaca, un chivo, un puerto y pollos, formó parte del gran banquete que les sirvieron a los comensales, vino gente de todas partes, una gran manifestación de solidaridad con la familia, a los que hubo que brindarles café, jugo, te, agua, pan, galletas, guineos, yuca, golosinas y en la gran comida, Chenchen, habichuelas, arroz, con las carnes señaladas.

Las típicas mujeres campesinas a las que se les hizo un gran espacio en la parte trasera de la vivienda, manipulaban leñas, grandes carderos y como un gran equipo cocieron los alimentos en una dura faena que se inició el día anterior con la preparación de las carnes, utilizando el recaito, ajíes, naranja agria, escogidas de la tierra misma cercana, "!leña!", ¡aviven el Fuego!", "¿ya Provoste la carne? " y la ebullición de los carderos, eran los sonidos que se escuchaban de las voluntarias cocineras que unido al sonido de la naturaleza con el trinar las aves nos trasportaban a nuestros antepasados. 
Todo un día de ritos, la señora que preparó el altar para los rezos, cubrió la sala de la casa con sabanas blancas y dispuso un altar con algunos cuadros de las figuras de santos tradicionales para velatorios, colocó debajo de éste café y algunos comestibles que don Alfonso gustaba comer, ¿para que se pone esto ahí?, porque ahora voy a llamar al fallecido y esas son sus cosas predilectas, las que él degustará mientras dura la ceremonia, así es, rezó, invocó y me respondió, ya Alfonso está ahí.

Dios te salve María llena eres de gracias…..la rezadora tradición en esto, cumplió su deber, sacar el muerto de la casa, no sin antes a petición de la familia, la realización de una santa misa efectuada por el párroco del lugar, Rafael Curiel Báez de la iglesia Perpetuo Socorro y Santa Lucia, llevada en la parte frontal de la vivienda con tanta gente de sociedad diversa que permitió al cura recabar buena limosna, aunque pocos sabían rezar y la ostia solo pudieron saborearlas las viudas, porque allí nadie estaba confesado, además de que vivían amancebados.
De nuevo con los rezos ya en la parte final, el momento más difícil que tiene esta tradición, sacar el muerto de la casa, imagínense ustedes es la forma de decirle a los deudos que éste no va estar jamás con ellos, independientemente de los aspectos de cada individuo que lo lleva en su memoria o corazón, ahí la rezadora se emplea a fondo y es cuando empieza arengar de forma vehemente desmontándolo todo, tomado  lo que es el altar y llevado a un lugar retirado de la vivienda para luego enterrarlo o quemarlo, el griterío unido a la acción de ir movilizando cuantas cosas se había preparado para la ocasión, todo quien estaba sentado se levantó, las carpas desplazadas y algunos que jugaban domino sin importar ventajas o no terminaron el juego.
Así termina una costumbre que está arraigada en los nuestros que va a desaparecer por necesidad, pues sus costos no podrán ser absorbidos, eso de cumplir para que el otro no piense o diga, tendrá que desaparecer, al morir los seres vivos, lo físico se descompone y se extingue, él al dejar de respirar no sabe que hacemos los vivos sobre la tierra, como fue su sepelio, si brindamos o que servimos, si su ataúd es costoso o no, "Y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio" (Eclesiastés 12:7)., "Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta" (Santiago 2:26), ahí donde entra Alfonso, en su obra.
Un campesino, que creció con los valores inculcados por un padre con los principios de aquellos hombres que están desapareciendo, procreó una familia de 8 hermanos de padre y madre y otros 6 con distintas madres, sembró las tierras, sus frutos los compartió con aquellos que le rodeaban, fomentó el bienestar de la comunidad, y a quienes tenían no les quitaba, sino los proveía, su familia predica con su ejemplo, es así como Eclesiastés 12:7 se hace presente para Alfonso.Por lo tanto, lo que hacemos en el novenario no es para el espíritu o muerto, lo hacemos para los vivos y esa cultura debe cambiar.
De paso
De paso me traje la experiencia de Emiliana Amadora Ramírez, una señora que ya tiene 102 años, ella está postrada en su cama, la vieja de experiencia acumulada que es la madre de Paulina Encarnación Remires la viuda de don Alfonso, que saltando palabras te ofrece respuestas escuetas a esas preguntas que buscan ir mas allá de tus conocimientos.
Amadora, es" encofrá" al decir de su hija paulina, algo así que cuando muera hay tocarle, tiene su altar que solo cierra con su muerte, su velatorio debe ser parte de la tradición arraigada en nuestras gentes campesinas con palos y atabales.
Don Emilio era su esposo con mas de 6 años muerto, de aquellos hombres cuya firma simplemente era un pelo del bigote, así hacia transacciones para la compra y venta animales en cuyas tierras formaban un gran activo, cuenta su hija que mataban un animal para complacer el capricho de una carne en especial antojada por este, confirmación de su madre con movimiento de la cabeza o silaba.
Doña Emiliana, "mujer paridora de mellizos" pudo engendrar 11 hijos, de los cuales 6 eran mellizos, recuerda a Reyito y Reyita, Antonio, Pascual, Pipi, Merenciano, Pancho, los mellizos con atributos especiales que les permitían montarse en su madre, es de ahí donde viene el altar que utilizaba doña Emiliana para invocar ayuda para muchas de sus amistades.
Esta señora que posiblemente tenga más de la edad que le mencione, su condición longeva no le ha hecho perder el conocimiento con una mente llena de muchos recuerdos que puede revivir con la ayuda de su hija, ahí está recibiendo atención como si fuera una bebe con cierta dureza que solo la ofrece la buena alimentación.
Al recordar de los mejores momentos de su vida, cuenta que era una buena bailadora, su Jovi favorito, luego de duras faenas en el campo, dice que su esposo un hombre "enamoron y seductor" solía bailarla mucho, le pregunto de Trujillo, escuchaba hablar de que en la capital existía un jefe grande y que un día estaba cerca de la frontera y el alcalde le contaba a su padre, también entre las otras cosas que intente me hablara fue del ciclón san Zenón no recordó.
Esos días por el Naranjo me permitieron aprender, soy un capitaleño de buena edad, pero mis salidas hacia el interior son cortas, cuanta belleza por esas tierras, que potencial turístico existe por allá, público esto con el objetivo de unirme a los que ya hacen los cristianos evangélicos, cuando despiden a sus muertos, reúnen a sus amigos y juntos a familiares hablan de sus virtudes, en un culto donde se alaba a Dios y ese muerto no lo despiden de la vivienda y no he oído decir que salga a espantar familiares, pura y simplemente Eclesiastés.

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